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martes, 25 de marzo de 2008

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jueves, 6 de marzo de 2008

La señora que comía sopas para uno...

El otro día andaba comprando unos materiales de trabajo que mi jefe me había encargado, me acompañó Enrique, un muy buen amigo que había demostrado su lealtad con creces.
Tengo el vicio de mirar a la gente e imaginarme sus historias, la mayoría de las veces sé que estas historias no dan para nada y que probablemente no se acercan a la realidad de las personas.
Ese día fue algo extraño, bueno resulta que en la famosa lista de materiales de trabajo aparecían unos cuantos víveres que no valía la pena confirmar pues era evidente que eran los víveres del jefe, pero como el jefe es el jefe no conviene decirle nada, solo agachar la cabeza y hacer la compra... Nos acercamos a un carro vacío y muy cerca vimos a un oso vestido de blanco que ofrecía muestras de bebida a la gente, eran unos vasos tan diminutos que parecían antibióticos o peor aún, muestras médicas... pasamos por al lado del enorme oso que dentro de sus entrañas aguardaba a un tipo gordo y triste que se cocinaba dentro del traje con los treinta y tantos grados de calor que le trastornaban la mente al pobre hombre.
Seguimos caminando dentro del supermercado y vimos a una mujer que dentro de su ropa intima escondía salames y latas de cerveza, un caballero algo sorprendido con la actitud de la mujer se acercó a un guardia que obligó a la tipa a ir a inspección, sin embargo esta vuelta una fiera gritaba furiosa que ella no iba a ir porque le podían hacer quizás que cosas ahí y que no estaba dispuesta a ese tipo de abusos, ni menos a que la trataran de ladrona porque ella no había robado nada. Al momento de decir desde sus calzones cayeron una lluvia de salames al suelo. No le prestamos más atención al asunto y llegamos a una parte del supermercado en que vendían frutas y verduras extranjeras. Enrique vio venir a una antigua novia que le revolvía las hormonas y los ánimos y me dejó un momento solo mientras yo compraba unas cuantas manzanas, a mi lado se paró una mujer de rostro cansado, un poco triste tal vez, pidió un trozo de zapallo y partió. Su semblante tristón y su ropa algo arrugada me llamó la atención, se veía demasiado desabrida para su edad, la seguí y vi que compraba una sopa instantánea que en su tapa decía "Sopa para uno", la mujer se fue y quede con una sensación de saber todo lo que seguía, no la conocía, aún así yo sabía que ella tomaría la micro número cuatro de la línea verde y que se bajaría en la avenida "Arrebol" para doblar a la derecha en la calle "Blanco Encalada", entonces me la imaginé entrando a su casa, empujando la puerta con dificultad, entrando a una sala oscura un poco triste de olor rancio, con flores secas en la mesa. Se sentaría en su sillón mientras la sopa se cocinaba en el microondas, sola, un poco aburrida, encendería la tele y miraría largo rato un programa tan falto de sentido que la haría dejar de mirar...de pronto escucharía venir a cuatro patitas sigilosas por el pasillo, una gatita blanca con manchas como anteojos grises la acariciaría el lomo con suavidad, la gatita ronronearía un rato y al comprobar que la mujer no le ofrece más que cariño partiría de ese lugar en busca de una dueña un poco más generosa que le ofreciera un plato de leche por lo menos.
La mujer agobiada por su soledad correría atrás de la gata pero esta se fue corriendo con la misma elegancia con la que vino. La mujer se sentaría nuevamente, sola, lloraría por horas su soledad, le suplicaba a dios que le enviara un compañero, un amigo, lo que fuera para que esa soledad no fuera una carga de plomo en los hombros... pronto dejaría de llorar para revisar su correo electrónico y ver si algún cibernauta se había interesado en su perfil de robusta solterona, pero estaba ahí, como siempre, su correo vacío, de pronto se quiebra y sigue llorando y toma los informe s que su jefe le había encargado para el día siguiente y...
¡Amigo! ¿Que te pasa?... era la voz de Enrique que me sacaba de mi sueño de esa historia que le había armado a esa mujer por el simple hecho de tomar sopas para uno...Partí a mi casa, me despedí de Enrique y acarreé esa bolsa enorme que me había encargado mi jefe.
Al día siguiente llegué a mi trabajo y entregué la bolsa al jefe, me mandó a dejarle una correspondencia a la secretaria de la supervisora de sanidad, pero no estaba, me dieron su dirección así que no me quedó más que acceder a tomar el bus y dar con la casa de la mujer.
Toqué la puerta y me abrió ella, la señora de las sopas para uno, su rostro, al mirarlo de cerca tenía una expresión amable, suplicante de cariño, pasé a la casa, le dejé la correspondencia y nos pusimos a hablar, de pronto entró una gatita blanca con manchas grises como anteojos, me reí, ella no me preguntó por que y saludó a la gatita, esta vez le sirvió un plato generoso de leche para que se quedara para siempre, y así lo hizo. La señora de las sopa para uno resultó ser una mujer increíble, me parecía bastante bella y amable, la verdad, no era una señora, sino más bien una señorita... bueno...y al igual que la gatita no me fui más, ustedes sabrán por qué... Desde ese día las ventanas se llenaron de luz, sus floreros se llenaron de orquídeas frescas y ella no compró más sopas para uno...