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viernes, 18 de enero de 2008

Esa vieja canción de cuna

Previo:
Todavia no supero mi etapa de sequía en un 100%, por suerte tengo un staff de ángeles que me ayudan,
Este 2008 ha traído muchas sorpresas, una muy especial es la aparición de una amiga, la Teco,
Gracias a ella es que publico de nuevo ojalá que nos veamos en el encuentro internacional de clown de Marzo, que esten bien! los invito a leer este texto espero que les guste!

Esa vieja canción de cuna
La neblina caía dulce en los pinos, mojándoles la copa, abrazando por completo el follaje. El sol todavía se mostraba tímido a esas horas, y el rocío caía lentamente y escurría entre los pinares. Se divisaba entre tanto verde una pequeña cabaña, muy humilde, echaba un poco de humo por la chimenea, se estaba acabando la leña. Un anciano salió de la cabaña dispuesto a buscar leña, pero se encuentra con un hombre, un hombre que le produce un espanto terrible. Sus ojos se entrecruzaron no muy amables los unos con los otros, la mirada duró unos instantes y se saludaron con poco cariño. Uno era el padre y el otro el hijo. El hijo vestía de forma elegante y era acompañado por dos hombres en caballo, ya que la cabaña estaba muy oculta en la espesura. El hijo se dirigió a la puerta, pero el anciano lo detuvo.
-No te lleves a las niñas, déjalas algún tiempo. –dijo el anciano.
-¿Acaso no recuerdas nuestro trato? Mis hijas iban a pasar unos años acá, Araceli ya cumplió los trece años, no puede estar aquí, con unos provincianos como ustedes, o sino se va a acostumbrar. Además yo quiero que mi hija sea una dama. Ve a buscarlas, viejo…
El anciano lo miró con ojos suplicantes, nunca quiso que su hijo fuera un hombre tan altanero, pero esa era la crianza que él le había dado, así que no podía más que culparse a si mismo y acceder a que se cumpliera un trato que sabía desde un principio que le iba a hacer daño tarde o temprano.
El hombre sacó a las niñas, que estaban muy desorientadas, tenían en su memoria la imagen de su padre, pero no como alguien cercano, sino como una figura que las abandonó en la casa de sus abuelos a la más tierna edad, subió a las niñas en los caballos. La más pequeña tenía dos años menos, su nombre era Iriel. Ella se resistió a las manos inseguras del padre y entró a la cabaña, se aferró de su abuela, luego del abuelo, pero su padre la tomó con fuerzas y la subió a uno de los caballos.
Iriel trató de persuadir a su padre de que volvieran por “Eli” su perrita blanca, pero el hombre no estaba para que se burlaran de él, menos una niña.
Se llevó a las niñas, una vez abajo del cerro se subieron a un auto muy lujoso, conducido por un chofer. Las niñas se alejaron del campo, la neblina se fue, ellas también.
Araceli miraba sorprendida los caminos, cada vez con menos verde, se asombraba con todos los edificios, estaba encandilada por el tráfico, disfrutaba con las grandes masas de gente. Se hizo de noche cuando llegaron a la capital. La vida bohemia empezaba a surgir y Araceli estaba encantada, era una muchacha increíblemente preciosa, no era afable, y a ratos era tan prepotente como su padre, aún así la crianza en el campo había suavizado su espíritu de bohemia, sin embargo los letreros de neón habían despertado su instinto. Iriel en cambio iba bañada en lágrimas, pensando en Eli, en la muñeca de trapo, en su abuela, su abuelo, los pinos y los riachuelos cristalinos que bañaban el cerro.
Llegaron a una tienda prestigiosa y realmente cara, el hombre habló con dos trabajadoras y cada una de ellas se llevó a una de las niñas. Araceli se vistió con las más finas telas, sus ojos verdes brillaban, el cabello mal cuidado iba a ser pronto calmado con bálsamos de princesa y perfumes franceses, gastó el dinero que necesitarían dos familias pobres en un mes, se sentía la más grandiosa reina y se lucía ante su padre que estaba maravillado al notar el parecido de la muchacha con su madre, que descansaba en un féretro de cristal hace varios años. Iriel en cambio volvió tal como había llegado con su vestido sencillo y sus trenzas, escapando de la empleada de la tienda, aún así el padre le compró unos cuantos vestidos que la empleada aseguró estaban a la moda.
Llegaron a la casa, una mansión increíble, su nuevo hogar, repleto de piletas y estatuas, en el barrio más acaudalado de la ciudad, con mucho verdor, cosa que le gustó a Iriel pero que pasó indiferente a los ojos de su hermana, que se regocijaba en las cortinas finas y en su cama con sábanas de seda.
Pasaron los años, Araceli contaba ya con unos encantadores diecisiete años e Iriel con quince. Iriel tenía que celebrar su ingreso a la sociedad, pero no quiso. Iriel en cambio apreciaba las fiestas, su cuerpo se había desarrollado y su mirada tenía una seguridad enorme, se había vuelto bastante altanera, sin embargo, era capaz de encandilar a cualquier hombre, sus pretendientes eran tantos que ella se daba el lujo de despreciarlos a todos. Cada mañana recibía flores y chocolates en su puerta. Tanto homenaje volvió a la muchacha insoportable, era despectiva con las empleadas, pero disfrutaba con su padre, ya que este todo el tiempo le entregaba dinero para viajes, joyas y maquillaje. Araceli era toda una maniquí.
Eduardo, un amigo de la familia había invitado a Araceli y a su familia a una fiesta de gala para celebrar los diecisiete años de Ricardo, su hijo, que estaba realmente loco por Araceli.
Ricardo había visitado la casa en algunas ocasiones, paseaba por el parque de la casa con Araceli. Iriel los miraba desde el segundo piso, miraba a Ricardo, le parecía que había caído de una estrella, podía estar ahí horas embobada mirando a su amado, nunca le había dirigido una palabra, ni siquiera una mirada, aún así estaba loca. Para Araceli era uno más, pero se dio cuenta de que su hermana miraba con ojos fugaces a Ricardo, así que para molestar se paseaba muy cerca de él y lo abrazaba cada vez que podía. Las visitas de Ricardo se hacían cada vez más frecuentes y más fugaces. Iriel no soportaba ver a Ricardo con su hermana. Tenía que ver la forma de mostrarle a Ricardo como era su hermana realmente, así que planeó juntarse con Ricardo, aunque no podía.
Iriel siempre se fijaba en la belleza interna de las personas, pero con Ricardo le pasaba algo extraño, estaba encantada, no sabía que pasaba con ella, sentía que traicionaba a su instinto en fijarse en un tipo un tanto presumido, pero ella no quería despertar de ese sueño, así que lo idealizó a propósito, y siguió esperando a que algún día la empleada dijera “Iriel, Ricardo la busca, quiere hablar con usted” aunque nunca ocurría eso, y el puente que se creaba entre la realidad y esa posibilidad se hacía cada vez más grande y el abismo más peligroso.
Iriel soñaba con volver al campo y comprarse una cabaña cerca de sus abuelos a los que no veía desde hace años, como el padre no la apoyaba mucho ella realizaba trabajos esporádicos a escondidas del padre, que si hubiera sabido que su hija trabajaba como temporera la hubiera encerrado bajo diez llaves. El dinero que juntaba lo guardaba en una caja con cerradura del que nadie tenía idea, excepto Araceli que una vez vio a su hermana guardar dinero ahí, aunque Iriel no se percató de que la espiaban.
Un día Araceli se acercó a su padre, como la mayoría de las veces, había gastado su dinero y necesitaba aún más. El padre la ignoró, estaba muy ocupado, ella insistió, el padre se enfadó y le dijo que estaba muy ocupado en sus cálculos. La muchacha se portó muy altanera con su padre, cosa que no había pasado antes, así que el padre se enfureció y le dijo que no le iba a dar nada de dinero hasta final de año a no ser que le pidiera una disculpa sincera.
¿Una disculpa sincera? ¿Sería posible para Araceli? Al parecer no, porque se aventuró a la pieza de su hermana, miró la decoración, extremadamente sencilla, le dieron náuseas, aún así continuó, buscó en los cajones de Iriel y encontró la caja, buscó la llave, no la encontró, empezó a forzar el cerrojo con un alambre, de pronto se abrió la puerta y entro Iriel:
-¿Qué haces? - dijo algo desconcertada
-Nada- contestó Araceli
-¿Cómo qué nada? ¿Qué haces con eso? ¿Estas intentado robarme? Voy a hablar con papá.
Araceli algo desesperada detuvo a su hermana. Una sonrisa astuta le afloró en la cara, tenía como evadir la situación, y le dijo:
-Pero hermanita ¿Cómo crees tú que voy a hacer algo así? Te buscaba para que hiciéramos un trato, yo te consigo una cita a solas con Ricardo y tú me das esta cajita con la llave ¿Qué dices?
Iriel no pudo responder, sin embargo pronto asintió, de su cuello colgaba una cadena con una pequeña llave, se la sacó del cuello y se la entregó a su hermana:
-Toma, aquí tienes, pero que sea pronto.
-Si, hermanita, así será.
Iriel no podía creer que hubiera cometido tal estupidez, sin embargo al otro día se cumplió el trato. Como siempre llegó Ricardo, y Araceli lo hizo pasar a la galería, le dijo:
-Ricardo querido, espérame unos instantes voy a ir a arreglarme por mientras, Iriel te hará compañía.
Iriel se acercó tímida y conversó con Ricardo, al contrario de lo que ella pensaba, el joven se mostró muy agradable, La simpatía de Iriel lo cautivó y en algunos días el joven venía a visitar a Iriel en vez de a Araceli. No fue por malas intenciones, pero Iriel le contó como era realmente su hermana, pronto Ricardo llevó a Iriel a las fiestas, no todos la miraban, no era precisamente tan agraciada como su hermana, pero su carisma era la que cautivaba. Pronto todos estaban encantados por la simpatía de Iriel y empezaron a darse cuenta de la altanería de Araceli, aún así no la ignoraban, continuaban rindiéndole tributos, aunque todos querían a Iriel como una gran amiga, todos excepto Ricardo, que empezaba a quererla.
Un día el padre se acercó a Iriel:
-Toma- le dijo.- para que hagas un viaje hija, me he dado cuenta de que siempre estoy pendiente de Araceli y nunca he estado contigo, me gustaría que pasaras más tiempo conmigo, no eres como tu hermana, tu hermana es muy inmadura, muy inconciente, tu eres toda una mujer, hija, perdóname…
Entonces la abrazó, nunca la había abrazado de verdad, ¿a qué se debería ese cambio tan repentino?
Una mañana Iriel se vistió, tomo un bolso con muy poco equipaje y tomo un bus hacia el sur, donde vivían sus abuelos, subió a pie el cerro como pudo, todo seguía igual. Sintió que un perro la seguía, escuchó los ladridos atrás suyo, corrió y el perro se le lanzó encima... por suerte era Eli, que venía a darle la bienvenida, quedaban solo unos pasos para llegar a la casa, a la puerta, el sol se estaba escondiendo de a poco, el cielo se mostraba anaranjado y el atardecer cálido, en el corazón de Iriel todas las sensaciones danzaban, se le desbordaba la alegría por los ojos, no podía evitar reír, golpeó la puerta y su abuela abrió, los ojos de la anciana se abrieron para verificar si era realmente quien creía, luego sonrió, la joven reía mucho y abrazaba a su abuela, le besaba las mejillas, la anciana no evitó dejar caer dos lágrimas dulces por los surcos de su cara, entraron las dos, tomaron mate y comieron sopaipillas que la abuela recién había hecho. La joven estaba llena de alegría recorría toda la casa buscando a alguien, o algo, había un vacío a un lado de toda la alegría, pronto la impaciencia no pudo más y dijo:
-¿Y el abuelo?
-Estaba esperando a que me lo preguntaras…
-¿Dónde? ¿Dónde está?
-Iriel, ¿No has notado un cambio en tu padre? Le envié una carta, tu abuelo está agonizando niña, le queda muy poco, por eso tu padre te dio dinero para que viajaras, era un hecho que ibas a venir para acá…
-Vamos a verlo… ¿Está en el hospital?
-Si niña, vamos, es de noche ya, pero vamos, está bajo el cerro a unos kilómetros.
Bajaron el cerro con mucho esfuerzo, los pies cansado de la anciana no daban abasto, por suerte un hombre en un auto plomo las llevó y las dejó en el hospital.
Entraron, los pasillos olían a antibióticos y parches, todo era simétricamente desesperante, todas las habitaciones iguales con tres camas a cada lado, Iriel como loca abría todas las puertas, su abuela la calmó y la condujo a la correcta, en la cama el anciano abrió sus ojos lentamente y sonrió al ver a Iriel, ella se acercó lentamente, le tomó una mano, se la besó, la abuela le tomó la otra mano…el anciano miró a su nieta y dijo:
-¿Y Araceli, dónde está?
-Ella no pudo venir, se encuentra de viaje.- dijo Iriel, la respuesta conformó al anciano, él volvió a mirar a su esposa y su nieta, dos lágrimas corrieron por sus ojos, se las limpió y les dijo:
-Las quiero…
Entonces dio su último respiro, se apagó, si, se apagó…
Le dieron sepultura en el cementerio del pueblo más cercano.
Iriel quiso llevarse a su abuela a la ciudad, pero ella se negó, dijo que necesitaba estar en la casa algunos días más, para recordar a su marido, además ella quería morir en el cerro donde creció. Así pasaron varios días y Iriel tenía que volver a la capital, antes de irse tomó su vieja muñeca de trapo y se fue, se despidió de la abuela con un abrazo y un beso muy sinceros y se despidió de Eli, que en sus ojos caninos pareció devolverle el adiós.
Araceli recibió a su hermana con indiferencia, ese día llegó Ricardo y paseó con Iriel, se rieron mucho. A Araceli no le gustó lo que estaba pasando, en realidad no le gustaba Ricardo, pero le molestaba ver que él prefería a su hermana, así que hizo lo posible para que la amistad de ellos se acabara. Aunque no tuvo que hace mucho, porque apareció Aira, una muchacha que andaba de visita por el país, Ricardo enloqueció por ella, era más preciosa que la misma Araceli. Un día Ricardo celebró una fiesta para que sus amigos conocieran a Aira, ambos se fueron a un rincón tras unas plantas enormes. Iriel se acercó para saludar a los dos pero escuchó la conversación que tenían:
-¿Y esa muchacha que te sigue? ¿Es tu novia? ¿Cómo se llama? -.dijo Aira
-¿Hablas de Iriel? ¡No bromees! Es muy fea, las feas solo me sirven como amigas.
Y se empezaron a reír, Iriel no podía creer lo que oía, se sintió horrible, y empezó a llorar, se sentó en uno de los sillones cuando de pronto un joven se le acerco:
-¿Por qué llora, señorita? ¿Bailemos esta pieza para que dejes de llorar?
Iriel accedió y se abrazó del desconocido, pronto las lágrimas se volvieron risas cuando los dos tropezaron y cayeron al suelo, luego se sentaron en el mismo sillón y conversaron.
Araceli los miraba desde lejos, estaba un tanto enfadada con su hermana, vio que el joven no era precisamente un adonis sino más bien alguien común, sin embargo sintió algo raro por él, nunca había sentido algo así por alguien, se acercó a los dos y le dijo a su hermana:
-¿Y no me vas a presentar a tu amigo?
-Bueno, esta es mi hermana Araceli…espera… ¿Y tú como te llamas?
-Raúl, ¿Y tú?
-Iriel…
-¡Que lindo nombre! Un gusto conocerlas a las dos.
Al día siguiente recibieron la visita de Raúl, él empezó a andar con las dos como amigo, sin embargo se sentía atraído por Araceli, no tanto por su gran belleza, sino porque Araceli era muy indulgente con Raúl, él cambiaba por completo su personalidad, dejaba de ser altanera, se volvía una muchacha plenamente dulce, eso lo cautivó y empezó a dejar a un lado a Iriel.
Iriel aprendió con la experiencia de Ricardo a valorar a la gente por sus sentimientos y no por su aspecto, por eso le encantaba Raúl que era muy atento, sin embargo él prestaba atención solamente a Araceli.
Araceli y Raúl empezaron a andar, iban juntos a todas las fiestas, sin embargo todos comentaban cosas porque Araceli era preciosa y Raúl no, empezaron a bajarle la categoría de diva a Araceli, cuando a Araceli llegó a sus oídos todo ese montón de rumores cambió por completo su trato con Raúl, y se empezaron a distanciar.
Raúl se dio cuenta de lo que pasaba y decidió terminar con Araceli, ese día entró a la casa, una empleada lo condujo, Araceli todavía no llegaba de la peluquería así que se quedó toda la tarde con Iriel, conversaron mucho, se rieron, y empezaron a pasar cosas, Iriel empezó a necesitarlo y era mutuo, luego las palabras comenzaron a sobrar y se volvieron miradas, las miradas evolucionaron y se convirtieron en un beso, profundo, un beso precioso, el primero que daba Iriel, de pronto entró Araceli, se enfureció y empezó a dar gritos, echó a Raúl, aunque Iriel se aferró a él para que se quedara, entonces Araceli dijo:
-¡Ya vas a ver maldita! ¡A mi nadie me hace esto!...Raúl, yo te quería…pero eso es pasado, ¿sabes por qué ya no te quiero? Porque…
-Porque te daba vergüenza andar conmigo, no lo ocultes, perdóname por no ser tan perfecto como tú, no tienes para qué actuar conmigo, ya sé quien eres-. Contestó Raúl.
Araceli se fue a su habitación y se encerró, pasaron muchos minutos, quizás horas y Raúl se despidió.
Iriel estaba llena de alegría, aunque algo preocupada por su hermana, nunca pensó que le importara tanto alguien, se sintió culpable y fue a la pieza de su hermana a pedirle disculpas, ahí esta ella en su sillón mirando hacia la pared.
-¿Qué haces aquí estúpida?
-Vine a verte, perdóname hermana…
-Yo te dije que esto no se iba a quedar así-. Entonces giró, en su mano tenía la vieja muñeca de trapo de Iriel, esa que le tejió su abuela cuando su padre la dejó en la casa del campo. Y con su encendedor le prendió fuego, la muñeca se consumió por completo y cayó al suelo carcomida, Iriel miró con ojos tristes a su hermana, no entendía como podía haber un ser tan insensible, dio media vuelta y salió, no quería pelear con su hermana.
Pasaron muchos días, las muchachas no se hablaban, Raúl seguía visitando a Iriel, y Araceli estaba cada vez más sola, ya nadie la seguía porque había llegado otra muchacha más bella y más dulce al club.
Araceli abrió su cajón y de él sacó lo que quedó de la muñeca, lo había guardado desde aquel día. Era un trapo pequeño con los bordes quemados, olió el centro y alcanzó a sentir el aroma del anís. Cuando pequeña, era una niña dulce, aunque a veces altanera por su naturaleza, amaba a sus abuelos y se hizo la dura cuando le dijeron que el abuelo había fallecido, aunque por dentro se desmoronaba. Se había preocupado tanto de engrandecer su cuerpo que su alma era un fiasco, era demasiado orgullosa como para pedirle disculpas a su hermana, se acostó en su cama de seda y cantó esa vieja canción de cuna que le cantaba la abuela todas las noches y sintió como si en abuelo la arropara, luego se quedó dormida pensando en la cabaña.
Iriel pensó en su hermana ¿Por qué sería así? Araceli siempre la trataba mal y le decía en la cara que ella era más linda, más talentosa y tenía mucho más futuro, por eso Iriel creció con muchas inseguridades, pero su carisma la salvó del abismo, aprendió a apreciar todas las cosas lindas, se emocionaba con el atardecer, con el viento, al sentir el agua de un río bañando sus pies, pero lo que más la emocionaba era recordar esa vieja canción de cuna y al abuelo cuando la arropaba y la besaba en la frente, el beso de la abuela y el abuelo todas las noches, cuanto añoraba eso. Así se durmió igual que Araceli, pensando en la cabaña.
Al día siguiente el padre se había arreglado, las hizo subir al auto, no les dijo nada, llegaron a una casa del pueblo que estaba cerca del cerro de los abuelos, estaban velando a una señora, miraron por la ventanilla de cristal del ataúd, y era ella, la abuela, con una expresión cálida, con una sonrisa en el rostro, las hermanas se abrazaron, un abrazo largo y tierno, un abrazo que no se daban hace años, se miraron a los ojos y fue suficiente, se pidieron disculpas. Llevaron el ataúd y lo pusieron junto al abuelo, Iriel puso rosas blancas, Araceli rosas rojas, luego ambas sacaron de sus bolsillos unas pequeñas ramitas de anís, la planta preferida de la abuela y las pusieron en las lápidas, pensaron en el abuelo y la abuela, fueron al cerro, subieron a pié y llegaron a la casa, entraron despacio, estaba todo vacío y triste, entonces empezaron a llorar, y se volvieron a abrazar, por fin estaban las dos juntas y empezaban a derrocar esas máscaras que se habías puesto, se disculparon con los ojos nuevamente, recorrieron cada rincón de la casa, se tomaron las manos y entraron a la habitación que alguna vez había sido de ambas, estaban todas sus cosas, intactas, la abuela mantenía las camas estiradas y todo arreglado, como si esas niñas pequeñas fueran a entrar por la puerta en cualquier momento. Esperó horas, días, meses y años, las niñas no volvían. Se resignó y el abuelo empezó a decaer, se rindió, por suerte un día llegó Iriel para decirle adiós a su abuelo, Araceli no se perdona el no haber estado ahí.
Estaba todo limpio, abrieron cada una las camas pequeñas en las que habían dormido de niñas y entraron en ellas, se miraron y empezaron a cantar esa vieja canción, se quedaron dormidas, al día siguiente salieron muy temprano, había mucha neblina como el día en que se las llevaron, miraron hacia atrás y vieron venir a la simpática Eli, venía lento, sabía bien a lo que iba, las acompañó hasta las faldas del cerro donde el padre las esperaba, subieron a Eli y se fueron.
Llegaron a la ciudad, más unidas que nunca, el padre lo notó y no pudo evitar romper en llanto y pedirles disculpas a sus dos hijas por todo el daño, ellas le devolvieron un beso sincero en la mejilla. Las cosas parecían marchar bien ahora.
Una vez en la casa llegó Raúl, y salió con Iriel, fueron al teatro a ver una comedia. Luego quedó sola Araceli, estuvo arreglando su mochila con algunas cosas y salió, el padre le preguntó que a donde iba, ella le contestó que iba a un curso de danza, le dijo que iba a ser bailarina, el padre sonrió, le ofreció todo su apoyo, salieron juntos, él se ofreció a llevarla en su auto y se perdieron entre las calles de asfalto.
Al final quedó solo Eli, que paseaba por el pasto y miraba hacia el cielo pensando en esos dos ancianos, le ladró a un gato y salió persiguiéndolo…
Por lo visto es un final feliz, aunque las hermanas tuvieron muchas ilusiones y desilusiones en su vida, aunque desde entonces se unieron y caminaron juntas por ese sendero que era la vida, cuando se sentían tristes se reunían y viajaban a la cabaña, entraban a su casa, la de sus abuelos y empezaban a recordar, a recordar y a cantar esa vieja canción de cuna…

jueves, 10 de enero de 2008

sequía???

Sequia de ideas....

ya llevo mucho tiempo sin publicar...

estoy pasando por una sequía...

¿Qué me recomiendan?

¿escribir tres puntos?

...

no, los tres puntos llenan muy poco espacio...

Voy pegar un trozo de texto que algún día escribí en algún lugar:
Preguntas vagas que resoplan en el aire...Preguntas que quedan suspendidas por los cielos...Preguntas que retumban en los tímpanos...Preguntas, más preguntas...En la naturaleza del humano está el cuestionarse, eso es bueno...También está ese deseo de volver al pasado, eso es malo...¿Estoy realmente seguro de lo que digo? NO, la verdad es que nadie sabe lo que es bueno ni lo que es malo, nadie sabe lo que pudo haber pasado...Para preguntas vagas respuestas vagas...pero son estas preguntas las más ricas en fundamentos y de las que más se construye...No pierdas el tiempo deseando volver al pasado para cambiarlo, el pasado ya no existe, el futuro nunca lo ha hecho, solo existe el presente, que dura un segundo y arrasa a cada instante para convertirse en pasado...Solo te digo eso, nada...Solo te digo que disfrutes ese segundo de presente para que tengas un buen pasado que recordar, y no te arrepientas de lo pasado, que por eso es pasado, cada etapa es un nuevo comienzo y es justamente eso lo que se te avecina, ...en esta nueva etapa no temas en ser tu mismo y asi la gente te va aceptar ¿y quien es la gente? los mismos que cada uno de nosotros que buscan lo mismo, la codiciada aceptación en ellos mismos y en los demás...


cierto...esto es producto de una sequía...

mejor me quedo con los tres puntos...


pronto vuelvo a publicar...