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lunes, 24 de diciembre de 2007

Carta en un día de lluvia

Samuel escribió la última palabra de su carta, una palabra muy comprometedora, una palabra de amor, como tantas ya le había escrito en secreto a Ramona. Nunca le había confesado lo que sentía, tantos sentimientos volcados eran un guiso indescriptible a las palabras, sin embargo hizo el esfuerzo aquella mañana y juntó un montón de palabras de tal forma que lo que obtuvo fue una carta llena de pasión y promesas para Ramona. Samuel dobló la hoja y la guardó cuidadosamente en un sobre de color blanco. Apagó la radio que había estado acompañándolo toda la mañana, no obstante él la había ignorado por completo debido a su laborioso trabajo de escribir una carta a Ramona. Abrió la puerta del departamento, bajó las escaleras, saludó a la anciana que hacía el aseo, salió a la calle. Todo le parecía ajeno, en cada persona, en cada objeto veía la figura de Ramona. Escuchó a sus espaldas una voz suave, miró, y no, no era ella. Siguió su camino, estuvo unos minutos en el paradero de microbuses, ninguno le servía, finalmente decidió caminar, a pesar de la suave llovizna que caía. Vio de pronto a una mujer, que caminaba de la mano de un hombre, su espalda, su pelo, idéntico al de Ramona, sintió que el corazón se le desgarraba, apuró el paso para ver la cara de la mujer. Para disimular se aproximó, le tocó el hombro, los ojos celosos del hombre que acompañaba a la mujer lo amenazaron, la mujer también volteó, no era Ramona, le dijo: -¿Si? -¿Me puede decir la hora? – dijo Samuel por decir algo. La mujer lo miró como si se tratase de un imbécil a quien hablaba, por cortesía le dijo: -Las siete y media de la tarde… -Gracias… Samuel no entendió el tono algo sarcástico de la mujer, y no evitó oír la risa burlesca del hombre, luego miró hacia delante y vio montones de relojes enormes que estaban puestos en la calle desde hace mucho tiempo, todos indicaban las siete y media, como amenazando a la gente con sus fríos números indicándoles qué hora, qué minuto, qué segundo era el exacto, un segundo, una milésima menos de vida, hay que apurar el paso parecían decir. Entonces comprendió las burlas de la pareja que se perdió entre la avenida de relojes y la gente que iba y venía con paraguas o sin ellos, corriendo de la lluvia. Sin embargo esto no le afectó en lo más mínimo, su cabeza tenía otras prioridades como Ramona, Ramona y Ramona. Un estruendo sonó en el cielo y la suave llovizna se transformó en lluvia torrencial, Samuel corrió para que la carta no se estropeara, la apretó fuerte con el pecho, protegiéndola de las inoportunas gotas. De pronto vio un edificio familiar, un edificio amigo, entró, subió las escaleras, con el cuerpo tiritando de frío, pero con la mente llena de esa emoción que lo movía a cada instante, llegó a la puerta del departamento de Ramona, no se atrevió a tocar el timbre. Estuvo ahí en la puerta de Ramona muchos minutos, que se transformaron casi en horas, o días… Al fin tuvo el valor, y luego de pensar la palabra indicada para iniciar la conversación tocó, fue una sola vez, apretó el botón con cierto temor. Un temor tan grande, un temor horrible, de encontrar la habitación vacía, o un cartel que dijera: "Me fui de vacaciones", un temor indescriptible de encontrar a su amada descompuesta por una fuga de gas, pasaron miles de imágenes descabelladas por su cabeza, sin duda la más terrible fue la última, en que vio a Ramona del brazo de otro, tan terrible como lo sucedido hace un rato cuando la confundió en la calle. En ese lapso no tan extenso el cerrojo de la puerta sonó, la perilla dio una vuelta y la puerta se abrió, era ella, Ramona, vestida de forma muy elegante, con el pelo algo húmedo, los labios de ese color rojo que enloquecían a Samuel, su par de ojos pardos que se mostraron alegres al entrelazarse con los de Samuel, antes de que Samuel pudiera decir algo ella lo inhibió con un: -Hola -Hola - dijo Samuel mirándola nuevamente, sin decir nada.-¡Mírate hombre! ¡Estás todo mojado! ¡Pasa! Entonces Samuel obedeció como si fuese un lacayo, un servidor, un perro fiel. Sonaba música, muy suave, de esa que ella siempre escuchaba. Para romper el silencio incómodo que ambos sentían ella le dijo: -¿Pasa algo malo Samuel? Te noto algo raro... ¿A que se debe la visita, amigo?-No…- dijo Samuel y le ofreció una sonrisa, algo forzada – simplemente pasaba y quería saludarte… -¿Me esperas? – dijo ella, y sin recibir respuesta fue a la cocina… Samuel estaba nervioso, no sabía que sucedería después, las manos le temblaban, llegó de nuevo ella con una botella ¿Qué significaba eso? Samuel pensó que iban a tener una cena, eso hubiese sido lo mejor, le hubiera dicho todo lo que sentía y tal vez la cita hubiera terminado de la mejor forma, sin embrago ella le destruyó toda la fantasía: -¡Son las ocho y media! ¡Va a llegar Héctor! ¿Te conté que estoy de novia? Héctor es lo mejor que me ha pasado en todo este tiempo… ¿Por qué no invitamos a Gloria? Tu me contaste el otro día que estabas loco por ella…Podríamos hacer una cita doble ¿Qué te parece? Samuel sintió que su corazón estaba derritiéndose, y Gloria, bueno… Gloria era una mentira… Los miedos de Samuel se estaban materializando, sintió una angustia enorme, un hielo que le atravesaba el abdomen, le dijo entonces a Ramona: -No, Ramona, me voy, es que andaba de paso… -¿Y ese papel? – Dijo Ramona al ver la carta algo arrugada en la mano de su amigo… -Son cuentas, tengo que ir a pagarlas… -Esta bien amigo - entonces lo abrazó, pero sintió el rechazo porque lo dejó enseguida – nos vemos ¡Adiós! Samuel salió, bajó las escaleras, entonces vio a un hombre que iba subiendo las escaleras, lo miró, el tipo lo saludó y cada uno siguió su rumbo, Samuel salió del edificio, y el hombre, seguramente Héctor, subió las escaleras para ver a Ramona… La lluvia se volvió aún más fuerte, Samuel se sentó en una banca de la plaza, miró hacia arriba, las gotas en los ojos lo obligaron a cerrarlos. Recordó entonces lo que tenía en su mano, era la carta, la abrió, las letras estaban todas borrosas, la tinta escurría, las letras se revolvían en el papel, solo unas pocas palabras se salvaron de la lluvia…Samuel se fue, dejó la carta en la banca, caminó por la plaza, hundía los pies en el charco, cruzó la calle sin mirar y un auto casi le asestó un golpe letal, Samuel, indiferente miró al conductor, el que algo furioso tocó la bocina. Samuel continuó su ruta, se sentó en la banca del paradero de microbuses, en su cabeza retumbaba el último párrafo de la carta, empezó a recordarlo, era algo así:

"Te amo Ramona, desde ahora no importa nada más que eso...
Esperaré tu respuesta aunque pasen siglos antes de tenerla,
Aunque no lo creas te amo desde la primera vez que te vi,
Sea un si o un no lo que me respondas siempre te amaré y
Hasta la luna te llevaría si es necesario para que veas que
La emoción que me produces, ese amor tan inmenso no es
otra sino la verdadera necesidad de tenerte cerca, eres mi
vida, te amo con todo mi ser, déjame seguir amándote...

Samuel se fue a su casa, se acostó y durmió sin dificultad, sin embargo la angustia lo ahogaba.
Al otro día la lluvia había cesado su danza frenética, el sol salió dejando una huella de pureza en el cielo, muchas personas pasearon por la plaza, nadie miraba la carta que estaba en la banca, abandonada, solitaria, el sol se había encargado de secarla, la humedad se había ido con los primeros indicios del calor del sol, sin embargo las fisuras que dejó la lluvia furiosa eran irreparables. De pronto llegó Ramona, jugueteando con Héctor, se sentaron en la banca, se besaron unos instantes, Ramona posó su mano en la banca y sus dedos rozaron la carta, Ramona la tomó y la miró, solo se habían salvado las primeras palabras del último párrafo y estas decían así:
Te
Esperaré
Aunque
Sea
Hasta
La
otra
vida

Ramona empujó el papel con su mano, el que cayó a un charco y siguió besando a Héctor. Luego se fueron y Héctor sin darse cuenta pisó la carta, la que se hundió en el barro del charco y desapareció en él…



sábado, 22 de diciembre de 2007

Querida, se murió el perro

I
(Una sala vacía hay solo un par de sillas, dos personas miran hacia al frente, conversan, Ella mira a El y lo empieza a consolar)

Ella: -Mi amor…no te desesperes, no tienes la culpa de que nos hayan embargado los muebles…

Su Marido: -¿Cómo que no?...ya estoy arto de estas humillaciones…

Ella: -Pero querido, después de tiempos malos nunca faltan los buenos…

Su Marido: -¿Y tu crees que voy a quedar contento con un proverbio tan tonto como ese? Llevamos ya mucho tiempo sin que nada bueno pase. Tengo que contarte algo

Ella: -¿Qué?

Su Marido: -Se nos ha muerto el perro…

Ella: -¡Que Dios nos socorra!¿Cómo pudo pasar eso?

Su Marido: -Fue la neumonía, el veterinario no me quiso atender gratis…

Ella: -¡Dios Santo! ¿Y el gato cómo esta?

Su Marido -Ya no esta con nosotros…

Ella: -¡Que terrible! ¿También se murió?... esto no puede estar pasando, no a nosotros…

Su Marido -No querida, él no ha muerto, es que se fue en busca de aventuras…

Ella: -¿Cómo es eso, un gato de parranda?

Su Marido -no, no dije de parranda, de aventuras, es distinto.

Ella: -ah…

Su Marido -¿Dónde está Camila?

Ella: -¿Qué Camila?

Su Marido -Nuestra hija…

Ella: -ah…ella…parece que esta jugando en el patio con el perro…

Su Marido -¿Cómo, si el perro está muerto?

Ella: -Cierto, entonces está dando de comer al gato

Su Marido -¡Mujer! ¿No te he dicho acaso que el gato ha muerto?

Ella: -No, nunca lo hiciste…

Su Marido -Si, lo acabo de hacer…

Ella: -Por eso nunca nos entendemos, tu siempre andas mintiendo…

Su Marido -Mejor no hablemos más del tema… ¿Cómo vamos a recuperar los muebles?

Ella: -Pues pagando las deudas, querido…

Su Marido -¿Pero cómo vamos a hacerlo si hoy me despidieron?... ¡ya sé! ¡Tú podrías trabajar!

Ella: -Olvídalo, querido….

Su Marido -¿Y por qué no? En momentos como este es cuando debemos probar la solidez de
nuestra relación…

Ella: -¿Pero de qué solidez hablas si tu nunca has estado aquí en casa? Yo tuve que criar sola a mis tres hijos y tu nunca estuviste para ayudarme…

Su Marido -Querida, no son tres hijos sino cuatro los que hemos tenido…

Ella: -¿Cuatro? Me parece que son menos…

Su Marido -Son cuatro: Camila, la mayor, luego viene Camila, la segunda, luego de algún tiempo el doctor nos anunció que tendrías gemelas, y ahí nacieron Camila y Camila…

Ella: -Es cierto… ¿Por qué se llama Camila la mayor?

Su Marido -Porque tú te llamas Camila, querida…

Ella: -Es cierto también… ¿Y cómo es que te llamas tu querido? Es que en todos estos años nunca se me había ocurrido preguntártelo…

Su Marido -Mi amor, nunca te lo he querido decir, la verdad es que me apena un poco, la gente siempre se ría de mí, por eso nunca quise decirte mi nombre…

Ella: -No temas en decírmelo, por eso llevamos treinta años de matrimonio…

Su Marido -Veinte…

Ella: -Si, veinte… ¡No cambies el tema!¡Anda, dime como te llamas!

Su Marido -Es que…

Ella: -¿Es que qué?

Su Marido -Es que…

Ella: -¡Dímelo o te doy con un ladrillo en la cara!

Su Marido -esta bien querida…mi nombre es…

Ella: -¿si?

Su Marido -es…

Ella: -¡Siiiii!

Su Marido -¡Camila! ¡Me llamo Camila! ¡A pesar de que soy hombre me llamo Camila!

Ella: -No tiene nada de malo querido…

Su Marido -¿En serio piensas eso?

Ella: -Si, aunque Camila es un nombre muy feo, no me gustaría llamarme así…

Su Marido -Querida, tu te llamas Camila…

Ella: -Cierto… ¿Por qué esa cara? ¿Todavía piensas en los muebles? Insisto no es culpa tuya
que nos hayan embargado los muebles, la culpa la tiene tu jefe. El fue el que te despidió porque no trabajabas y porque quisiste tener un amor secreto con su esposa del que todos supimos. Tu jefe tiene la culpa, porque el nunca quiso entender tu sentido del humor, cuando le escondías los expedientes y los superiores lo sancionaban, el nunca fue capaz de reírse de mismo y disfrutar cuando lo ridiculizabas en las reuniones…tú no tienes ninguna culpa querido, la culpa la tiene tu jefe…

Su Marido -En realidad, el mundo no está preparado para una persona tan afable, tan fina, tan
única, tan simpática como yo…

Ella: -¿Ves que es así?... ¿Qué vamos a hacer para solucionar el problema?

Su Marido -Pedir un préstamo para…

Ella: -No, no hablo de eso, hablo de lo del perro…

Su Marido -Cuando solucionemos esto buscaremos otro…

Ella: -Tiene que ser muy parecido al que se murió…

Su Marido -¿Cómo era el que se murió?

Ella: -Era muy lindo, único, precioso, tenía cuatro patas, una cola, una cabeza con dos ojos, dos orejas y muchos dientes, creo que era así como te digo, si, tengo la seguridad de que era así…

Su Marido -No creo, no lo recuerdo así, lo recuerdo distinto…bueno mañana a primera hora tendrás el perro…

Ella: -¿No puede ser para pasado mañana?

Su Marido -No, no puede…

Ella: -¿Por qué?

Su Marido -Por que no…

Ella: -Dame un motivo con fundamentos, querido…

Su Marido -No hablemos más de esto…

Ella: -¿Por qué siempre me haces esto?

Su Marido -¿Qué?

Ella: -Esto…nunca terminamos una conversación, siempre me cambias el tema, estoy harta de que no me tomes en cuenta…

Su Marido -Pero…

Ella: -¿Pero qué? Yo soy una esclava tuya, trabajo como una tonta, desde que sale el sol hasta que se esconde, sufro mucho, me ha costado tanto criar a mis dos hijas…

Su Marido -¡Cuatro!

Ella: -ah si…a mis cuatro hijas…estoy deshecha… ¡Me voy a lanzar a la vida! ¡Voy a vestirme de seda! ¡Voy a ser la bella estrella que era antes de conocerte a ti!

Su Marido -¿De qué hablas? Tu nunca has hecho nada por ninguna de nuestras Camilas…te lo llevas todo el día sentada viendo telenovelas ¿Y vienes a llenarte la boca con mentiras? Yo soy el que ha hecho que nuestras niñas sean lo que son hoy…Yo soy el que trabajo como loco… ¡Aquí yo soy el esclavo!

Ella: -pero…pero…pero…

Su Marido -¿Pero qué?

Ella: -La verdad, querido, es que nunca te he visto salir a trabajar…

Su Marido -¿nunca nunca?

Ella: -si, nunca nunca.

Su Marido -Qué extraño… ¿estás bromeando?

Ella: -No…esta vez no…

Su Marido -Tienes razón, nunca salí a trabajar, yo trabajo en casa…

Ella: -¿Y qué es lo que haces?

Su Marido: - no sé, algo debo hacer…

Ella: -me parece extraño…

Su Marido -¿Qué?

Ella: -Que nunca sepamos nada…entonces tú no trabajas…tú tienes la culpa de que nos hayan quitado los muebles…

Su Marido -No, no es mi culpa, tu misma lo dijiste antes…

Ella: -Si, lo dije porque estaba loca, ahora estoy recuperando la lucidez, me arrepiento de haberte conocido, no me gustas, tu nombre, tu cara, tu pelo, hasta nuestras hijas, son todos patéticos por tu culpa. Nunca hiciste nada por nadie, ni por ti mismo, por eso perdimos todo. Tu tienes la culpa de que yo sea fea, por tu culpa nunca me cuidé y ahora soy un estropajo, nunca más volveré a ser esa joven tan preciosa que era antes. Tu tienes la culpa de que Camila, la mayor sea drogadicta, tu tienes la culpa de que las gemelas Camilas sean, la una cleptómana y la otra ninfómana y tu tienes la culpa de que la última Camila, en la que depositamos todas nuestras esperanzas haya estudiado derecho cuatro años, se haya casado con un ministro y se haya ido para nunca volver, porque nunca supiste darle valores…

Su Marido -¡Ese era tu trabajo!

Ella: -No, era de los dos y estoy muy arrepentida, ¿Pero qué puedo hacer?... ¿Sabes que puedo hacer? ¡Culparte! Tú tienes la culpa de que el perro se haya muerto y de que el gato haya salido en busca de aventuras con la gata Penélope…

Su Marido -¿Y según ti de qué más tengo la culpa?

Ella: -De que yo sea tonta, de que el mundo esté en guerra, de que el cartero me haya robado mi enano de jardín, de que el bombero no haya podido salvar la casa de mi vecina, también tienes la culpa de que el vecino de al frente esté soltero, tu tienes la culpa del agujero en la capa de ozono, tu tienes la culpa de todos los terremotos, maremotos, huracanes, guerras, pestes, plagas, fríos, fiebres, dolores de espalda, virosis, migrañas y muertes en el mundo... ¡Es cierto porque nunca te pusiste los pantalones!... temo decirte esto, pero ¿Sabes?... YA NO TE AMO…

Su Marido -¡Tienes razón querida! ¡Ya no puedo soportar esta situación! ¡Pásame el matamoscas!


viernes, 21 de diciembre de 2007

--(Secretos)--

Mara tenía muchos secretos, tantos que no podían caber todos en su mente, desde pequeña acostumbraba a contar todo a todo el mundo, sin embargo hubo un momento en su vida en el que comenzó a guardar sus secretos, tan adentro que encontrarlos sería caótico. Fue a los trece años cuando en medio de su menarquia, escribió su primer secreto, ya era toda una mujer, sin embargo nadie podía saberlo, solo ella y su soledad, entonces guardó el papel con el primer secreto en un cofre, al que le puso dos cerraduras y lo ocultó bajo su almohada, que por cierto, era enorme y a nadie se le hubiera ocurrido husmear ahí para encontrar algo tan personal como la conciencia de Mara.
Pasaron los días, los meses, los años y Mara tenía ya quince años y un cofre saturado de secretos, algunos tan ingenuos que conmovían, otros tan serios que serían la preocupación de cualquier especialista.
Era un día Martes, o Miércoles quizás, y Mara se levantó como siempre, por el lado derecho de su cama, estiró sus sábanas, le dio un beso a su oso de peluche y abrió las ventanas de par a par, miró hacia fuera, respiró una bocanada de aire puro y salió rumbo al colegio, pisó charcos inmundos, la llovizna le cubría el cabello, los automóviles pasaban indiferentes, ajenos a la lluvia, salpicando a los transeúntes, inclusive a Mara, un auto la empapó desde la cabeza a los pies. Tiritando de frío y rabia Mara se dispuso a volver a su casa, se cambió de ropa y al ver la ropa toda mojada pensó que lo mejor sería que su madre no lo supiera, entonces era un secreto más para el cofre. Escribió en un papel amarillo, levantó la almohada, miró, y sus sorpresa fue enorme al ver que el cofre había desaparecido, buscó en los muebles, en las charcas, debajo de la cama, por el suelo, el aire, por el agua, por un bosque, por las dunas y nunca pudo encontrarlo. ¿Quién habría sido capaz de desentrañar tan íntimo objeto? Era su secreto más grande, el cofre de los secretos, aquel en el que escribió amores y desamores, peleas, conflictos internos, pecados, maldiciones, horrores y verdades, verdades tan crudas como íntimas que prefería mantener así, en secreto, por siempre, sin embargo todo se le vino al suelo cuando se percató de que el cofre había sido robado…
Volvió a su casa con la cara llena de desanimo y se fue a dormir, como siempre, cerró la ventana de par a par, sacó a su oso de peluche y lo puso en su mesa de dormir, le dio un beso, se metió a la cama por el lado izquierdo y se sumió en el sueño.
Al día siguiente hizo el mismo ritual de siempre y cuando abrió la ventana vio a todo el mundo ahí, estaba su madre, toda su familia, los muchachos y las niñas de la escuela, las monjas, los curas, los profesores, el médico, el panadero, el lechero, el vendedor de gas, en fin todo el pueblo. Unos la miraban con repudio, otros con asco, unos se burlaban, todos conocían sus secretos, sintió como el corazón se le desgarraba lentamente, pronto se volvió oscura, sus ojos de niña se convirtieron en dos vacíos globos sin brillo, sus brazos dos ramas supurantes de odio, ella no quiso acceder a ese juego infame del que la querían hacer partícipe, se vistió de negro, se paró en su balcón, los miro a todos con desprecio, les dijo tantas suciedades y sus palabras eran veneno a los oídos, algunos lloraron, sin embargo su espíritu de niña la traicionó y se quebró en un llanto arrepentido, sus ropajes negros, eran otra vez blancos, sus ojos eran dulces nuevamente, se abalanzó en el balcón y sintió como sus brazos eran ahora alas blancas con las que iba a volar lejos de ahí, agitó los brazos y saltó del balcón, lamentablemente había sido solo una sensación, porque Mara fue atraída por la gravedad, sin piedad alguna, y sus ojos de niña de miel se apagaron…
Ese es el secreto que vengo a contarles, lo escribí en un papel y lo guardé en un nuevo baúl, algo más grande que los otros, un cajón de terciopelo dentro del que descansan dos grandes secretos, este papel y el cuerpo de Mara…


jueves, 20 de diciembre de 2007

Tinta

Ya me aburrí de rendir honores a dada y publicar sandeces en un blog que tuve que crear para el colegio, este es mío, es el horizonte de mi mente, oriverde, cálida, disfrazada de lucidez, pero inmersa en una de las más incomprensibles locuras, lo cual no conlleva mal alguno, sino un par de ojos distintos para mirar al mundo de colores y sombras...

...Tinta...
¿Qué fue eso?...un aullido sordo, una mezcla de risa y llanto...ahí está otra vez, ese sonido, camino por el pasillo oscuro, sin embargo no veo nada, el sonido se hace cada vez más intenso, me daña los oídos, los cubro con mis manos para escapar de ese horrible grito, el morbo me supera y sigo caminando, veo rejas a través de las que pasan los rayos de luz con cierta timidez. Las celdas están vacías, parece no haber nadie, excepto yo, el guardia y ese sonido infame que sigue acosándome. El guardia, un hombre de hierro sigue su camino, lo sigo, no sé por qué. Siento que el sonido crece y crece, cada vez más, va llenando los espacios vacíos, la luz empezó a decaer y mis pupilas se dilataron, entonces llegamos al final del pasillo, el guardia se detuvo y abrió una puerta de hierro muy pesada, lo que verían mis ojos a continuación no tenía nombre, o tal vez si, murallas de color blanco y un hombre con los ojos hacia dentro, blancos también, el sonido, aquel grito infernal, había cesado ya, el guardia había desaparecido y yo miré hacia atrás...no me encontré más sino con la puerta, estaba atrapado en aquella habitación con aquel hombre desquiciado envuelto en su melancolía. Empecé a extrañar aquel sonido, ese grito, ese aullido, lo busqué con el oído, sin embargo me rendí al encontrar solamente un silencio, casi tan desesperante como el aullido. El hombre seguía sin moverse y yo sin atreverme a hablar. Pasaron las horas, el sol se debilitó y los párpados comenzaron a pesarme, no podía darme el lujo de quedarme dormido, no en lugar como ese, y aunque intenté no caer rendido, fue en vano porque el sueño me venció y cuando desperté vi la puerta de hierro abrirse, era el guardia, venía a buscarme, me condujo a otro lugar, no tan cerrado, era un celda, no era muy amplia, pero era mucho más segura que la anterior con el loco que podía despertar en cualquier momento dando saltos y atacándome a cabezazos ya que sus brazos estaban sujetos por una especie de arnés de cuerdas, tal vez una camisa de fuerza.
Dormí tranquilo, desperté y me volví a dormir, quizás pasaron muchos días de esta forma, puesto que no había nada más que hacer, miré a mi lado y en la celda vecina había un hombre, escribiendo con una vieja pluma de ganso, algo roída, me miró despectivamente y siguió escribiendo, hilaba las palabras con tal facilidad que pude ver montones de hojas escritas por todos lados, algunas sin ningún sentido, el hombre me resultó inofensivo, decidí conversar con él para desafiar la soledad, sin embargo fue peor, no recibí respuesta sino hasta el séptimo día, cuando me dijo “No me molestes que estoy escribiendo”, yo conversaba con él para molestarlo por último, no había más entretención, un día vi que se había quedado dormido sobre su escritorio y había derramado la tinta sobre el mesón, a través de la celda logré arrebatar algunos escritos, tomé el papel y empecé a leer en voz baja:

- Amanda:
He soñado todas las noches contigo, me han encerrado injustamente por matar a un asesino ¿Qué irónico, no? Encarcelado por librar al mundo de un mal, ¿Cuándo podré verte, Amanda? Ya quiero verte para recorrer tu figura ¡Vaca asquerosa! Que por tu culpa me encuentro en esta pocilga, comiendo la mugre que un bastardo guardia me trae, no vales para nada, a veces quiero vomitar, y pienso en ti Amanda, por eso te amo tanto, y no veo la hora de volver a besarte…

No supe que pensar, y es verdad, no pensé, sino que tomé otra carta y la leí:

-Amanda:
Siempre fuiste la más bella de las cortesanas, la más afable, la que tenía el aroma más dulce, la que más me hacía reír, tus caricias eran suaves, tus manos como de gorila, tu rostro era tosco y antiestético, tus dientes expelían un olor putrefacto, muy distinto a tu cuerpo tan dulce, por eso te amé tanto bajo las noches de luna, siempre fuiste la cortesana más linda para mí, sin embargo la más sucia, no soportaba verte abrazada de otros hombres, por lo general vagos, ya que tu nunca atendiste a los señores acaudalados, porque eras realmente fea, y tu voz de gorrión estaba muy descuadrada con tu cuerpo de mamut…te amo con toda mi alma…

Esta carta no era muy distinta a la otra, traté de tomar las cartas siguientes, estaban ordenadas por fecha, sin embargo mis brazos no las alcanzaron, logré tomar con esfuerzo la última carta, la que se cayó cuando derramó la tinta, esta carta tenía la mitad legible y el resto bañado de tinta, la curiosidad me superó, le di la espalada al escritor orate que dormía y me apoyé en la reja, leí con atención:

-Amanda:
Yo lo maté luego de que tu estuviste con él. Por lo que escuché planeaba matarte, al igual que yo, eso me llenó de rabia, pues yo soy el único que tiene derecho a matarte el día que tus curvas desproporcionales no causen el mismo efecto en mí. El hombre llevaba una escopeta, te quería matar porque lo humillaste frente a las otras cortesanas, le dijiste mil vulgaridades propias de ti, tu hablabas con un insulto cada dos palabras, por eso es que me gustaste tanto, yo tomé el cuchillo que llevaba en mi morral, con el que pensaba matarte, y con él le di tres estocadas al maldito y cayó desvanecido, yo empecé a reír, lo había hecho, había matado al maldito vago que te acosaba, mi cerda inmunda, mi damisela. Luego me encarcelaron y empecé a escribir esto, te amo mucho, eres dulzura y amargura, eres ambrosia y ajenjo, eres lobo vestido de cordero, aunque yo siempre supe que eras un lobo por los vellos de tus piernas, eres la repulsión más grande que me ha tocado ver. Por eso te amó hasta enloquecer, y no creas que estoy loco… Todavía estoy encerrado llevo unos meses. Me he levantado para mirar esta carta ¿y sabes que sorpresa horrible me encontré? En la celda del lado estaba un tipo leyendo mi carta, entonces con mis propias manos lo tomé del cuello, él estaba apoyado en la reja, y se había robado mi carta y mis secretos, le apreté el cuello sin piedad, hasta que cayó rendido, muerto, y yo tomé mi carta para seguir escribiendo, lamentablemente se me había acabado la tinta…

Como verán, amigos, esa fue la última carta que leí en aquel extraño lugar, ¿Qué más les puedo contar?, el perverso hombre nunca vio a Amanda, nunca le dirigió siquiera la palabra, Amanda era la cortesana más bella de todas, la que nunca alcanzaría ese loco que la puso en un altar y que estuvo a punto de matarla…
Aquel día fatídico el escritor perverso empezó a escribir una novela interminable con la poca tinta que logró salvar , cuando se le acabó la tinta escribió con sangre, y cuando se le acabó la sangre ya no escribió más…