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viernes, 29 de marzo de 2013

Libra

 Decidí escribir en extenso y aquí, luego de mucho tiempo. No me reservo los motivos. Supongo que pronto los enunciaré, de una manera u otra, a lo largo de este texto.
 Me hace eco el dicho de Foucault, acerca de que el escritor se sumerge en la dinámica de la confesión. Maquinada, represión de un algo mayor; en principio el sexo, ¿y ahora?
 Escribo acá porque sé que casi nadie lee esto, si no, nadie. Es principalmente una necesidad, de plasmar, de registrar lo que venga a memoria.
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 Me siento en una preliminar. Preliminar a la vida. Hasta el día de hoy me he dedicado a pasar por el mundo en una maraña imaginaria, llena de ilusiones e hipérboles de mierda...Hasta que me cansé, y decidí vivir. Me preparo para ello, sin tener puta idea de cómo hacerlo.
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 Desaparecí de las redes sociales que frecuentaba. No quiero volver a ellas. Hace meses que venían constituyendo una fuente de tristeza y preocupaciones. Un pozo con aguas negras, impotables.
 Me da la impresión, por rojo que suene, de que esas redes (muy buen nombre..."redes") terminan siendo un objeto de alienación. Una herramienta que se convierte en trampa, para con uno mismo. Redes que te atrapan, te someten y te desconectan del presente.
 Muchas veces mi presente fue tan simple como estar en mi habitación, solo. ¿Cuál es el afán, entonces, de negar mi propia situación? Estaba solo, ¿qué había de malo en eso?
 La soledad...inevitable. A mi gusto, universal. Todo intento de negarla me parece engaño. Estoy solo, pero no más que el resto por estar en una habitación, lejos de mis parientes, escuchando músicas del mundo.
 En las redes sociales me engañé, con la ilusión de la suspensión de esa soledad. Nada más falso. ¿Para qué seguir con el engaño? Me cansé de invertir mi tiempo y mi vida en sostener largas conversaciones con gente que quizás jamás voy a conocer en la vida.
 Las redes me sacaban del presente y me suspendían en un tiempo ficticio, un falso futuro con promesas, o un presente acompañado, y más solitario que el solitario mismo.
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Suena fatalista, exagerado. Y sí, lo es. Soy fatalista y exagerado. Pero no creo ser el único que siente la desazón en ese mar de mentira.
 Ahora me quiero entregar a mi soledad, generoso, feliz.
 No quiero familia, ni siento la necesidad de depositar mi fe en el cambio sobre una pareja. No quiero pareja. Quiero estar bien conmigo. Amar mi soledad, no negarla más. Correr de la mano conmigo. Reírme de todo, no dañarme más.
 Quiero un abrazo eterno de mí para mí. Acompañarme, llevarme a donde me quiera llevar. No conocer límites y ser.

 Ad hoc, Libra.

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