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miércoles, 8 de octubre de 2008

Doña Miel (Parte 1)

Belén se esconde abajo de su cama, escucha los pasos de su padre. De pronto la quietud de la noche se había terminado. Miguel había llegado borracho una vez más y estaba discutiendo con María, le decía que era una puta, que estaba cansado de trabajar todos los días como un imbécil (cada uno trabaja como puede, pensó María) para que ella se pasara el día entero en la calle coqueteando con el barbero, con el verdurero, con el carnicero, con el vecino y hasta con el cura.
-Yo no voy a aguantar que te vengas a burlar de mi, mujer de mierda, ahora vas a saber lo que te conviene.
Entonces la comenzó a golpear con una brutalidad homicida que ni él mismo se conocía. Estaba borracho tal vez, aunque no lo suficiente como para decir que no sabía lo que hacía. Cada golpe, cada insulto, cada plato roto, todo era parte del plan macabro que el destino comenzaba a trazar sobre las vidas de estos dos ingenuos.
Eran pareja hace dos años y de su unión habían nacido dos niñas, Belén y Graciela, habían sido dos años grises y tormentosos. Ya atrás habían quedado los días dulces en que esa relación funcionaba de forma fluida y espontánea como el agua clara de una vertiente. Alguna vez fueron dos estrellas danzantes, no se separaban. Se amaban asi como solo saben amarse los jóvenes con la calentura de la primavera. Hasta que un día ella comenzó a fastidiarlo, se imaginaba mujeres depravadas que amenazaban con arrebatarle a su amor, entonces le prohibía que hablara, que mirara o que ni siquiera se atreviera a acercarse en lo más mínimo a otra mujer. Hasta la anciana que vendía pollos desplumados era una potencial enemiga.
Él se había aburrido de ella. Cuando eran novios ella se preocupaba hasta del más mínimo detalle de su imagen y de su hablar. Ahora se paseaba por la casa con los cabellos sueltos y con ánimos de fiera permanecía a la defensiva en caso de que él la molestara por los vellos de sus piernas que ya parecían púas de cactus, no sé si por lo largos o por lo pinchudos.
El tiempo había acabado por desarmar lo lindo (y falso) que habían construido, ahora eran dos desconocidos en una casa fría y pobre.
Ahora todo era peor, él la había golpeado por primera vez, de la forma más brutal que se le ocurrió, mientras Belén se escondía bajo su cama aterrada y Graciela en la suya miraba el techo con los ojos abiertos en la oscuridad tratando de comprender porque toda la vajilla crujía mientras su madre gritaba desesperada.
-Estan jugando a los pistoleros hermanita, asi que no te asustes y sal de abajo de la cama- fue lo único que dijo inocentemente Graciela para consolar a su hermana mayor que estaba acostada en el suelo igual que su madre, solo que una lloraba y la otra se lamía las heridas.

2 comentarios:

Laura dijo...

envidio tu narrativa, primo xD
no tengo mucho que decir...
La realidad es a veces muy cruel.
me despido, espero la 2º parte ^^

Fer dijo...

Cuántas realidades aparentes existen hoy en día en chile?..

Uf, y en el mundo la verdad.


Quiero la segunda parte ya!


Saludos señorito :)